Eduardo Galeano: nos queda en el alma
Sin dudas que la partida de Eduardo Galeano deja un vacío literario muy difícil de llenar.
Su prosa peculiar, cargada de conceptos e imaginario colectivo, en oraciones cortas, fue inspiradora para dos o tres generaciones de habitantes pensantes de América Latina y del mundo.
En lo personal comencé a leer a Eduargo Galeano al principio de la década del 90. Mi primer libro me lo obsequió mi padre: Las Venas Abiertas de América Latina.
Posteriormente llegó el turno de Memorias del Fuego, una trilogía sencillamente brillante y plena de saber profundo, humilde, reivindicador, rebelde, completo de amor a las tierras y a las personas explotadas por los imperios europeos (y no tan europeos) 500 años atrás.
Sus obras sirvieron de referentes en centros educativos de varios países del mundo. En el caso de su país natal, Uruguay, costó al principio difundir su obra, pero lentamente su calidad literaria inundó los textos de lectura en Primaria y en Secundaria.
Fue un mensajero de la palabra sabia, de memorias que empatan el futuro y recorren el presente. Aventajó en varios cuerpos a letras de niveles caducos y plagadas de óxidos que se alimentan en la carroña de la destrucción de la prosa y del texto.
Su obra generó aplausos, enojos, reflexiones, recuerdos, alientos, esperanza. «Si me caí es porque estaba caminando», decía Galeano.
«Como todos los uruguayos nací gritando gol». Amante del fútbol, hincha de Nacional, tres veces campeón de América, vivía con pasión el deporte que es naturaleza uruguaya. Decía que «el mundo gira en torno a la pelota que gira». Y muchos giraron en torno a sus palabras y a sus pensamientos.
Sus textos dispararon juegos de letras hermosos y en sus 74 años de vida nos regaló símbolos de comunicación como pocos privilegiados narradores y poetas han hecho en estos dos últimos siglos.
Su cáncer de pulmón, que ahogó sus palabras, no impidió mantenerlo en el alma y prorrogar su espíritu sabio y arriesgado, ni su coraje ni sus metáforas que jamás se perderán.
Como diría Aristóteles, «el hombre es un animal político». Y así era también Galeano, comprometido políticamente y nutriendo solidaridad en cada pasaje de su vida.
«La muerte es mentira», afirmaba Eduardo Galeano. En este caso lo es, es una mentira gigante. Porque sus palabras permanecen en nuestra alma y en cada continente de nuestro corazón.
Gracias!