Capítulo 39 de Pudo ser un Undercover: Novela por Entregas
Luego de leer 38 capítulos es momento de compartir el Capítulo 39 de Pudo ser un Undercover, del escritor V. M. Bongutz. Desembarco en Playa Girón.
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Plan de invasión y desembarco en Playa Girón
Después de una pequeña pausa, prosiguió Gregory diciendo:
Ya la suerte estaba echada, cuando nos encontrábamos a bordo de los buques nos facilitaron el plan de desembarco y la finalidad pretendida, pero estas nuevas órdenes no se parecían en nada a las que nos habían facilitado al principio. Lo que se había proyectado con anterioridad consistía en realizar varios desembarcos y pasar a estrategias guerrilleras, luego someter a hostigamiento a las milicias de Castro, a continuación tomar algún pueblo cercano, fortificarlo y, establecer un punto seguro y proclamar un gobierno provisional. Además el primer enfoque incluía una serie de bombardeos selectivos a los aeropuertos militares cubanos con el fin de destruir su aviación, pero en ese momento nos explicaron un nuevo plan, se tratada de un desembarco en toda regla, como los realizados en la Segunda Guerra Mundial, siendo Playa Girón el punto escogido para ello. Los buques de suministros y pertrechos militares se fueron agrupando en un punto determinado del mar, posteriormente se unieron con las embarcaciones que conducían a la tropa, nosotros habíamos embarcado en Puerto Cabezas, Nicaragua, y desde esa nación también partieron la aviación que realizaría los bombardeos y la protección desde el aire de las fuerzas de desembarco.
Continuó el brigadista relatando la estrategia planteada:
El principal objetivo de la campaña era dominar la Península de Zapata, la infantería debía hacerse fuerte en ese lugar, luego se procedería a emplazar la artillería en puntos estratégicos, una vez consolidada la posición en ese lugar, viajarían desde el exilio los miembros del gobierno provisional, denominado Consejo Revolucionario, para instalarse en la Isla y reclamar ayuda de las naciones amigas. Pero los estrategas no tenían un conocimiento preciso de esa zona, ya que se trataba de un lugar pantanoso e inapropiado para el avance de las tropas, y aun menos propicio para el movimiento de los tanques y de la artillería pesada, además la tierra firme se encontraba al descubierto. La configuración geográfica de la bahía no proporcionaba muchas opciones por donde se pudiera desembarcar, solo contaba con una franja de tierra con mayor firmeza situada en su parte oriental, pero a su vez constituía el único paso para realizar una retirada si la situación se ponía difícil con el enfrentamiento con los milicianos del régimen.
Como si se tratara de un parte de guerra, ahora nuestro combatiente nos iba a describir, jornada a jornada, la odisea del ataque y desembarco tal y como él la vivió:
Día 15 de abril de 1961, en la mañana se produjo una primera oleada de bombardeos sobre las bases militares con la finalidad de destruir el mayor número posible de la aviación castrista. Más tarde se pudo comprobar, para amargura de los brigadistas, que los bombardeos no tuvieron ninguna efectividad, pues quedaron intactos la mayoría de los aviones de la fuerza aérea cubana, esto se debió a un truco, ya viejo en las estrategias militares, consistente en esconder los equipos buenos y dejar a la vista del enemigo los inservibles como señuelo, lo que le dio un buen resultado a los militares revolucionarios.
Todavía no había transcurrido unas horas del ataque a los aeródromos cubanos y ya el señor Roa, Embajador de Cuba en las Naciones Unidas, se presentó y acusó a los EE.UU. de impulsar y financiar un ataque a su País, como era de esperar, el representante estadounidense negó tal acusación, manifestando que las noticias que el poseía eran que pilotos cubanos habían realizado tal acción. Ya en horas de la tarde y tras este percance en la ONU, se suspendieron los siguientes bombardeos previstos por orden expresa del presidente Kennedy, quien ordenó a los máximos responsables de la Agencia su inmediato cumplimiento y añadió:
“La posición de los Estados Unidos no puede quedar comprometida ante el mundo«.
Jin, a su vez, le manifestó al expedicionario:
Cuando concluyas con tu relato te contaré lo que yo viví en esos días en La Habana, pues el buque se encontraba atracado en el muelle de pasajeros.
Después de este paréntesis, el expedicionario continuó narrando los sucesos referentes a ese capítulo de la historia de Cuba.
En la mañana del siguiente día, el máximo mandatario cubano, desde el balcón del palacio de gobierno, se dirigió a la nación por todos los medios de comunicación, pero previamente habían concentrado en el lugar a un gran contingente armado para que cuando Castro hiciese su aparición lo aclamaran y gritaran junto con él: ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!
En su arenga proclamó a la revolución cubana como socialista y marxista y exhortó al ejército cubano y a las milicias populares para que defendieran a la patria. Cuando se concluyó la alocución comenzó un gran despliegue de masas, organizadas por el ejército y las milicias para impresionar a la ciudadanía, las consignas que se daban eran que había que prepararse para una inminente invasión que ya se estaba fraguando. Al mismo tiempo, la policía y el departamento de seguridad del estado G2 comenzaron a detener a cualquiera que consideraran sospechoso de contrarrevolucionario, no solo en La Habana, sino también en todas las ciudades y pueblos del interior. Pero nosotros, al encontrarnos aislados en el mar, continuábamos hacia nuestro destino final, aunque ignorábamos estos sucesos, de los cuales nos dieron cuenta cuando estábamos en prisión.
Prosiguió Gregory narrando su epopeya:
Durante el día 16 los buques que transportaban los pertrechos y a nuestra tropa continuaban con su avance hacia su objetivo.
Al amanecer del día 17 aún no se percibían bien los primeros rayos del sol, cuando una patrulla de submarinistas se posicionó en la playa con la finalidad de situar unas luces que sirvieran de guías para el posterior desembarco de las tropas anfibias. Después de esta operación, se consolidó la cabeza de playa, posteriormente comenzó el desembarco del grueso de la tropa, los zapadores aseguraron el lugar para que desembarcaran los tanques y la artillería pesada, los primeros objetivos se cumplieron con estas labores, además se afianzaron las posiciones; a continuación se realizó un despliegue que formaba un amplio arco, se iniciaba por el norte, en el paraje denominado Playa Larga, en el centro se encontraba Playa Girón y en el extremo sur de esa semicircunferencia se localizaba Caleta Verde.
Al principio, pareciera que el desembarco y la primera toma de posiciones se estaban realizando sin mayores complicaciones. Durante la mañana y en las horas siguientes no hubo mayores novedades, pero después del mediodía se desarrollaron varias escaramuzas y algunos ataques de los milicianos castristas. Entrada la tarde el enfrentamiento fue mucho más cruento y de mayor envergadura, ya que el combate se libró contra más de un millar de milicianos y soldados.
El brigadista hizo un pequeño alto para refrescarse la garganta con un sorbo de su cerveza, pero reanudó su relato:
Uno de los aviones de transporte lanzó, tierra adentro, una brigada de paracaidistas, con la misión de consolidar una vía de penetración y que aseguraran una planicie; se pretendía que construyeran una pista de aterrizaje, aunque fuera rudimentaria, pero que permitiera tomar tierra los aviones de suministro y posteriormente sirviera para emplazar a algunos de los miembros del gobierno provisional. Mientras tanto, los aviones de la brigada observaron que una columna de camiones y tanquetas se dirigían al terraplén donde se encontraban los paracaidistas, por lo que procedieron a bombardear, siguiendo la estrategia militar, al primero y último de los vehículos, dejando la columna bloqueada, lo que les permitió ametrallar y destruir al resto del convoy. Según las informaciones llegadas a La Habana de esta acción militar, se estimaba que murieron más de mil quinientos efectivos militares y milicianos del régimen, también en esta acción hubo numerosos heridos.
Hasta esos momentos podríamos decir que nosotros controlábamos la situación, pero desde el momento que intervinieron los nuevos aviones de combate de la Fuerza Aérea Revolucionaria, el panorama cambió por completo, ya que los aparatos castristas eran más rápidos y maniobrables, además iban más ligeros de peso porque tenían sus fuentes de suministros a escasos veinte minutos de vuelo y se encontraban mejor dotados de armamento, por ese motivo les fue fácil derribar a los bombarderos de la brigada. Concluida la misión de aniquilar la aviación brigadista, la fuerza aérea rebelde se concentró en hundir los buques que estaban encargados de suministrar los pertrechos militares, municiones y armamento. Así mismo, la aviación del nuevo régimen tenía bajo su punto de mira a los combatientes de las playas. Pero a pesar de todo lo mal que nos estaba yendo, conseguimos conservar nuestras posiciones y hacernos fuertes en el camino de San Blas, tuvimos que soportar el asedio constante a que nos tenían sometidos la artillería miliciana y los temidos tanques T-34 de fabricación soviética. Al mismo tiempo Castro iba acumulando un considerable número de milicianos, tropa regular de infantería y voluntarios civiles que acudían para defender el territorio de la invasión.
En las postrimerías de la conclusión de ese día, nuestros mandos de la Brigada 2506, comprendieron que la situación se iba complicando hora tras hora, nos estábamos quedando sin municiones y los pertrechos empezaban a escasear. A pesar de que habíamos infringido bastantes bajas al enemigo, durante esa noche, Castro había conseguido acumular a más de cincuenta mil efectivos de refresco, bien equipados, con munición suficiente y apoyados por artillería pesada, y había trasladado al lugar 40 tanques de fabricación soviética.
Amaneció el día 18 y como esperábamos, se desató el infierno. La ofensiva castrista se puso en marcha a las primeras luces del alba, comenzaron con un cañoneo intensivo, sobre las posiciones que ocupábamos y también sobre San Blas y los caminos adyacentes, mientras tanto, la aviación del régimen comenzó a ametrallar nuestras trincheras, que habíamos cavado durante la noche, por lo que nos hicieron perder terreno. Nuestros jefes del frente de batalla comprobaron que otro de los vaticinios de los analistas de la Agencia no se cumplía, pues el tiempo iba pasando y no se producía el alzamiento de la población civil contra el régimen, que nos hubiera asegurado una mayor operatividad y un mayor margen de maniobra, pues ello provocaría la división de las tropas castristas al tener que ocuparse de controlar la sublevación ciudadana. Ante tremenda ofensiva tuvimos que retroceder y nos reagrupamos en Playa Girón, lo que permitió a las tropas de Castro hacerse con el control de Playa Larga.
Todavía nuestras fuerzas contaban con la ayuda de algunos medios aéreos provenientes de Nicaragua, que consiguieron bombardear a una columna militar motorizada en las cercanías de Horquitas que transitaba por la carretera 122 desde Cienfuegos, pero concluida esta misión retornaron a sus bases para evitar el enfrentamiento con los aviones cubanos. A las pocas horas de estos sucesos nos encontramos cercados por los militares y milicianos de Castro, quienes nos superaban en número y en equipamiento. Al atardecer de ese día, el grueso de nuestra Brigada 2506 estaba reducido a poco más de mil hombres, cuatro tanques ligeros sin movilidad y unas pocas armas pesadas. Los buques de apoyo con los pertrechos militares habían sido hundidos y los que quedaron a flote se adentraron en el mar al anochecer para no ser descubiertos por la aviación cubana, y lo penoso de esta historia fue que nunca regresaron a la zona de combate.
El día 19 de abril, el contingente que se encontraba atrincherado en San Blas y carreteras aledañas tuvo que abandonar sus posiciones y unirse al resto de la tropa que permanecía en Playa Girón, mientras tanto el grueso de las milicias cubanas cerraron la pinza, donde quedamos atrapados, por tierra estaban posicionadas las columnas castristas y por el otro lado el mar. Los combatientes que se encontraban aislados tierra a dentro y no estaban dentro del perímetro establecido por el ejército regular tuvieron que deponer las armas y fueron capturados como prisioneros. El resto de la Brigada nos encontrábamos en la playa, con pocas municiones y a merced del ametrallamiento de los aviones cubanos, además de esto, el reiterado apoyo que clamaba nuestro comandante jefe no llegaba. En ese momento el gobierno de Castro tenía interés en que la situación no se prolongara por más tiempo y ordeno la ofensiva total. El asalto final fue espantoso, la lluvia de proyectiles era intensa y las explosiones de las granadas y morteros atronadora, la mayoría trataba de conseguir algún refugio donde parapetarse o algún medio de transporte con el que pudiera adentrarse en el mar, pero ni lo uno ni lo otro fue posible y no nos quedó más remedio que rendirnos, todo había acabado antes de llegar la noche.
Algunos brigadistas consiguieron huir hacia la costa occidental de la bahía, pero en esa parte no existían refugios, sino un entramado de manglares que no les permitían ni siquiera sobrevivir, por lo que fueron apresados al poco tiempo, aunque algunos consiguieron escapar, de lo que nos enteraríamos meses después en la cárcel.
El balance de esta contienda, con respecto a vidas humanas, se cifró para los brigadistas en más de cien muertos, algunos desaparecidos y casi mil doscientos prisioneros, que fuimos posteriormente juzgados como mercenarios; los que contaban con antecedentes de que hubieran pertenecido al ejército anterior fueron ejecutados, al resto nos encarcelaron en diferentes prisiones cubanas. Las cifras por parte de los combatientes del régimen castrista no se sabían a ciencia cierta, pues las mantenían ocultas a la población, pero según las estimaciones de los pilotos que sobrevivieron y las manifestaciones de los propios brigadistas, una vez fueron liberados, se pudieron calcular en un total, entre muertos y heridos, de más de seis mil.
Además debemos destacar que el número de las fuerzas movilizadas que se enfrentaron a los invasores se podría considerar en más de cincuenta mil efectivos.