Capítulo 9 de Pudo ser un Undercover: Novela por Entregas

Pudo ser un Undercover: capítulo 1
Pudo ser un Undercover

Tras leer ocho capítulos es momento de compartir el Capítulo 9 de Pudo ser un Undercover, del escritor V. M. Bongutz. A seguir en esta historia fascinante!

El suministro de armas a la guerrilla.

Al día siguiente se encuentran Jin y Miguel en un bar situado en las Ramblas, cercano al Liceo, desde allí se dirigen a un local ubicado en la calle Princesa, donde los exiliados cubanos disponen de una oficina. Ya los estaba esperando un personaje algo pintoresco por su manera de vestir, puesto que, en esa época, en España era extraño ver a un hombre con guayabera y sombrero panameño, tenía unos cuarenta años, más bien largos, rayando los cincuenta. Este sujeto se presentó con el nombre de Robert, y los condujo a un bar cercano con la finalidad de tomarse algo y poder hablar con tranquilidad.

Comienza Miguel presentándole a Jin, además le indica que su amigo es un profesional de la Marina Mercante Española y que se encuentra embarcado, como oficial, en un trasatlántico que realiza la ruta desde este puerto hasta La Habana:

La misión que tiene asignado el buque es trasladar a los asilados que abandonan la Isla hacia países sudamericanos y a España. Así mismo, está recopilando datos de la historia reciente de Cuba, y es de su interés conocer como nos proveíamos de armas cuando estábamos luchando en Sierra Maestra con Castro –añade a continuación-, ya le he narrado lo de los diferentes frentes y algunas pinceladas de los hechos más relevantes de la lucha que desarrollamos durante esa etapa, que comprende desde el desembarco por Niquero hasta la entrada de las tropas en La Habana, pero aún le falta por completar la historia sobre el suministro de las armas.

Robert le manifiesta que no tiene inconveniente en contarles todo lo referente al suministro de armas, municiones y pertrechos de guerra, que se realizaban a los diferentes frentes donde combatían los rebeldes:

En ese tiempo, me encontraba en La Habana sirviendo de enlace entre los suministradores y los agentes milicianos que se encargaban de canalizar los pedidos. En algunas ocasiones tuve que realizar algunos viajes a Miami y a Caracas, por necesidades del servicio.

Se detiene un momento para pensar lo siguiente que iba a referir, pero continúa:

Con el fin de completar la historia tengo que remontarme a la época de cuando Fidel y los suyos se encontraban en México, pues desde ese momento ya podemos considerar que se estaba produciendo un suministro clandestino de armas para equipar al grupo rebelde. En la época anterior, y me refiero al asalto del Cuartel de Moncada, las armas que portaba el grupo eran más bien de caza, adquiridas legalmente por ellos o pertenecientes a familiares o amigos, por lo que esa parte no se puede considerar como tráfico de armas.

Continúa el proveedor con su charla, añadiendo:

Ya en México, la cuestión cambia, pues el suministrador, a quien apodaban “El Cuate”, era el dueño de una armería. Aunque su negocio era legal y ofrecía diversos tipos de armas al público en general, para poderlas comprar se requerían ciertos requisitos que no podían cumplir los asilados cubanos por la situación en la que se encontraban y, según las vigentes leyes mexicanas, estas adquisiciones eran totalmente ilícitas; por lo que, desde esos momentos, su adquisición era ilegal. Además, algunas de las armas que le fueron solicitadas a este armero eran de grueso calibre, y su procedencia las situaba en los Estados Unidos, por lo que alguien las debió pasar por la frontera de manera clandestina.

Robert hace una pequeña pausa para tomar algo de su cerveza y prosigue:

Las primeras compras, aunque ilegales, no tenían mayor importancia, inclusive para la policía mexicana, por tratarse de armas de bajo calibre. Otra cuestión muy distinta fue cuando los rebeldes cubanos iniciaron su verdadero adiestramiento guerrillero y el experto militar exigió armas de mayor calibre y otros pertrechos militares, con los que, normalmente, solo cuenta el ejército, pues el instructor mantenía la teoría de que si querían ser guerrilleros debían aprender a utilizar armas de guerra, además del manejo de explosivos y la fabricación de bombas, tal y como lo demandan los manuales de la guerra de guerrilla. Así se los hizo saber su preparador militar, el coronel Bayo. Por ello, debían conseguir ese suministro y el correspondiente equipamiento para cuando emprendieran el viaje y desembarco en Cuba.

El traficante de armas, a continuación, les muestra una relación del suministro de armas realizado por el proveedor mexicano, para equipar a los milicianos en su viaje hacia Cuba, y da lectura a la misma:

“20 fusiles con mira telescópica, un número de fusiles automáticos Remington y Johnson -algunas fuentes citan 60 unidades, sin embargo otras hablan de 80, aunque en la lista del suministrador no figuran las unidades, varias subametralladoras, dos bazucas antitanques de 50 mm., una ametralladora ligera y pertrechos militares” -Robert añade-. Todos ellos provenían del mercado negro, su origen, en su gran mayoría, era los Estados Unidos, aunque algunos estudiosos de esa etapa consideran que varias unidades procedían de armas robadas en los conflictos de Nicaragua y El Salvador.

Una vez realizado el desembarco y tras haber sufrido bajas humanas y la pérdida de parte del armamento, se vieron obligados a refugiarse en Sierra Maestra, donde se agruparon los supervivientes e hicieron acopio y recuento de las armas, del material y de las raciones que les quedaban. De dicho balance se desprende la necesidad de proveerse de armamento y municiones, pues en lo referente a la alimentación no tenían mayores problemas gracias a los habitantes de la sierra. Además de los campesinos, en las montañas se escondían fugitivos buscados por la justicia, bandoleros y contrabandistas. Todos estos grupos, establecidos en estos lugares, les brindaron apoyo en mayor o menor medida. Mientras tanto en el llano y en las ciudades se movían los opositores al régimen, y serían estos los que le brindarían el primer apoyo para conseguir las armas que necesitaban.

Tras pasar algunos meses del año 1957, la guerrilla castrista ya había adquirido cierta popularidad y el grupo guerrillero iba creciendo. En el mes de mayo se produjeron varias escaramuzas donde hubo heridos y muertos en ambos bandos, pero también empezaron a escasear las armas y municiones, por lo que se hizo necesario proveerse de ellas. Por esas fechas se integra al grupo un mayoral, perteneciente a una hacienda, cuyos dueños eran unos norteamericanos, pero este nuevo miembro no se incorpora al grupo de combatientes, sino que se queda como aprovisionador y correo de los guerrilleros, y establece la comunicación con la ciudad de Santiago, donde se ejecutan las órdenes de suministro. Así mismo, este enlace a través de la plantación se encargaba de trasportar las armas y municiones que entraban por esa parte de la Isla.

Continúa el intermediario de las armas con su disertación sobre el aprovisionamiento de armas y municiones a los rebeldes cubanos:

Otro de los puntos usados como puente fue el pueblo de Santa Cruz del Sur que se convirtió en el enlace perfecto para hacer llegar los suministros a los milicianos y sirvió de referencia como lugar de encuentro y zona estratégica para el paso de los pertrechos militares. Pero fue tal la discreción de sus habitantes que Santa Cruz nunca figuró en la lista de pueblos y ciudades sospechosas que manejaban los servicios secretos de Batista. Desde allí se hacían llegar estos avituallamientos a través de varias embarcaciones, que se aventuraban a subir por el Rio Sevilla y dejaban su carga a otros colaboradores que seguían la ruta por los caminos, cañadas y la intrincada vegetación de Sierra Maestra. A este pueblo de la costa del sur de Cuba llegaban barcos con armas y municiones procedentes de Costa Rica, desde alta mar eran trasbordadas en lanchas y descargadas en playas o calas desiertas para, posteriormente, trasladarlas a los puntos convenidos; de esa manera se iba formando una cadena cuyo final era la sierra donde se encontraban los rebeldes.

Aprovechando una pequeña pausa de Robert, Miguel comenta:

A nosotros nos llegaban armas procedentes del enlace de Manzanillo.

Robert confirma este particular:

Otro de los puntos de entrada era por ese lugar, ya que allí estaban muy bien organizados, y era precisamente donde yo mantenía los mayores contactos, mi enlace era “Aly”. Esta confidente pertenecía al movimiento M26-7, y además de coordinar el suministro de armas, organizaba su entrega a los rebeldes en la sierra, y lo que era más importante, desarrollaba una autentica labor de espionaje. Volviendo a la cuestión de las armas, los rebeldes me enviaban sus necesidades a través de mensajes cifrados, emitidos por telegrama o por teléfono, como si fuera un pedido de ferretería. En esos tiempos mi tapadera era ser representante de ferretería, y los encargos los trasmitía a los contactos de Costa Rica y, en algunas ocasiones, a México o Miami. Ellos se encargaban a su vez de transferirlo a los comerciantes y suministradores. Cuando ya estaba preparado el pedido, se buscaba, al principio, un barco apropiado para hacerlo llegar hasta las costas de Cuba, posteriormente utilizaríamos el transporte aéreo, a través de aviadores cubanos. Debo aclarar algo más de la agente clandestina o espía que nombré antes como Aly, y es que en varias ocasiones cambió su nombre de guerra, unas veces por “Norma” y otras permaneció en el anonimato, pues, con el tiempo, se desplazaría al exterior para servir a los propósitos de Fidel.

Prosigue el proveedor con otro punto de su historia, situando su relato a mitad del año 1957, poco antes de la muerte de Frank País a manos de la policía del régimen.

En la ciudad de Santiago de Cuba había una célula revolucionaria que realizaba una gran agitación clandestina, la cual encabezaba Frank País, entre los activistas se encontraban trabajadores y empleados de una empresa maderera que realizaba sus operaciones por la provincia de Oriente, que poseía cerca de la costa, en las inmediaciones de Uvero, un embarcadero y almacenes para el procesado de la madera. Los rebeldes, al tener entre sus filas a jornaleros de ese aserradero, concibieron un plan para desembarcar y pasar las armas que procedían de Costa Rica y Nicaragua sin despertar sospechas entre los miembros de las fuerzas militares o los servicios secretos de Batista.

Las embarcaciones de esa factoría transportaban las armas, las escondían en los talleres de la compañía, y posteriormente las ubicaban en los bidones de grasa que gastaban en la serrería y en los bosques donde estuvieran talando, tras esto, las llevaban en camiones o carretas arrastradas por bueyes para entregarlas a los guerrilleros en plena montaña.

Hubo otros envíos donde participé de forma directa, a través de un traficante ubicado en Florida que se mantenía en contacto permanente conmigo. Unos meses más tarde me solicitó que sirviera de enlace para introducir en la guerrilla al que luego conoceríamos como el “Comandante Yanqui”.

Se prosiguió con estos suministros durante algún tiempo más, empleando siempre este mismo sistema hasta finales del año 57.

En el segundo mes de 1958, los mandos milicianos decidieron desplazar la guerra hacia otros puntos del oriente del país, concretamente al norte de la provincia, y crearon el “Segundo Frente”, que denominaron Frank País. La misión que se le encomendó fue adentrarse en la Sierra de Cristal. Este otro frente se encontraba muy alejado del de Sierra Maestra, pero había que proveerlo de armas y municiones. Al estar muy retirado de los canales habituales de suministro, porque iban por el sur de la Tierra Mambisa, nos vimos obligados a buscar otras vías, pues las que estábamos utilizando constituían una temeridad, ya que teníamos que cubrir grandes distancias. Esto nos ponía en peligro de ser descubiertos por las fuerzas militares, además, esa zona estaba mejor vigilada.

Después de analizados los inconvenientes que ello representaba, se decidió que la mejor manera de hacer llegar armas y municiones a los milicianos de esa parte del País era por vía aérea. Esto coincidía con los planteamientos de los estrategas militares que asesoraban en estas cuestiones del suministro de armas y pertrechos de guerra a los Castro. Por ese motivo se pensó en la posibilidad de contar con un lugar que permitiera aterrizar un avión y que estuviera lo más cercano posible a la nueva ubicación de ese nuevo frente. Los mandos milicianos resolvieron, para esa primera operación, la toma de un aeropuerto en la localidad de Moa situado en la costa norte de la Isla. Al ser un aeródromo de segunda categoría mantenía poca vigilancia, lo que, con la debida coordinación y bien planificadas las acciones, permitiría aterrizar, entregar las armas y despegar antes que interviniera la fuerza aérea cubana; además, la localidad de Moa estaba cercana al centro de operaciones del “Segundo Frente”.

Tal y como estaba concebido, se hicieron los preparativos: se alquiló un avión en Miami y se reunieron las armas, las cuales fueron cedidas, en parte, por el exjefe del ejército costarricense y trasportadas por el piloto cubano Pedro Luis Díaz Lanz. Esa carga de armamento militar era de diversa procedencia, pues se encontraban fusiles Máuser, pistolas Beretta, ametralladoras M3, metralletas Rainser y algunas ametralladoras de mayor calibre. Cuando el piloto llegó hasta Cuba no consiguió aterrizar en el punto previsto sino en Cienaguilla, cerca de Sierra Maestra, y para mayor complicación, al tomar tierra sufrió una avería al chocar una de las hélices con el suelo y romperse. Entonces el piloto, al no tener manera de despegar ni medios para reparar la avería, incendio el avión para borrar cualquier identificación posible y así ocultar la identidad y procedencia del aparato.

Se produjeron algunos intentos más de seguir el suministro por vía aérea, al principio sin mucho éxito, inclusive se improvisó un aeropuerto en los territorios conquistados, con lo que se dio inicio a la fundación de una fuerza aérea que en su comienzo contaba con tres aparatos, pero el ejército regular y la aviación del gobierno desbarató todos estos planes de los rebeldes.

Después de un tiempo de esta primera entrega de armas por vía aérea se sucedieron otras más, siempre realizadas por Díaz Lanz, piloto comercial experimentado que conocía muy bien las rutas desde Miami hasta Panamá. El primer contacto con los rebeldes lo efectuó por medio de Huber Matos, por medio del cual se realizó ese primer traslado de armas y municiones desde Costa Rica, pero con motivo de la avería del avión el piloto se quedó en Sierra Maestra y conoció a Fidel, quien lo envió a efectuar otras misiones por ese mismo método. El aviador realizó un segundo viaje desde Miami, simulando un vuelo comercial, hasta Kingston en Jamaica, pero haciendo primero una parada en Sierra Maestra.

Continuaron con este procedimiento, ejecutando varios viajes desde Florida y Costa Rica y posteriormente se emprendió otra ruta de abastecimiento bélico a través de Venezuela. La mayoría de estas armas y municiones se adquirían a través de traficantes de armas cuyos contactos los realizaban los estrategas, que instruían y diseñaban los planes de guerra para los milicianos. Esto se podía considerar como el Estado Mayor en la sombra, en algunas ocasiones se recibían donaciones de mandatarios y/o exmilitares latinoamericanos, los primeros nunca figuraron como autores de las mismas, ya que no querían disgustar al régimen de Batista.

Robert hace un alto en su narración para tomarse algo de su bebida, pero añade-:

Ahora les voy a contar el suministro de armas desde Venezuela, ya no es una compra, más bien es una contribución de esa república a la causa rebelde.

Si hablamos de las armas donadas o entregadas por regímenes democráticos del continente americano, debemos hacer referencia a Venezuela, ya que desde el triunvirato presidencial de esa nación se contribuyó al envío de equipamiento bélico a la guerrilla cubana. Este punto es entendible ya que los venezolanos habían sufrido la dictadura de Pérez Jiménez no hacía mucho tiempo, con ese sentimiento se solidarizan y simpatizan con la causa rebelde cubana. Por esos motivos parte una orden, desde instancias superiores del gobierno venezolano, para que se preparen envíos de armas, municiones, alimentos y medicinas a las sierras cubanas. Aunque era una operación secreta, era conocida y aprobada por los Estados Unidos, ya que estas dotaciones de guerra habían sido cedidas por Washington al gobierno de Caracas para sus fuerzas armadas. Con este fin se establece un puente aéreo entre la base militar de Palo Negro y los diferentes aeropuertos, improvisados unos y otros de los ya establecidos, que habían sido conquistados por los rebeldes.

El suministro de las armas y pertrechos de guerra se mantuvieron en secreto mientras se producían las conversaciones entre la oposición antibatistiana y el gobierno venezolano, pero una vez concluidas las mismas fue de conocimiento público y a todas luces conocido por Washington y La Habana. Pero ya los traslados habían comenzado y se habían adquirido los compromisos entre las partes. También puedo decirles que en esos vuelos viajaban soldados voluntarios entrenados en Venezuela, que se incorporaban a la lucha armada en los diferentes frentes abiertos por los rebeldes. Estos envíos de dotaciones militares inclusive se mantuvieron después del primero de enero de 1959.

Entre los distintos envíos realizados desde ese país, y según el Servicio de Armamento del Ejército Venezolano, uno de ellos especificaba de manera exhaustiva su contenido: “11 cajas con 150 fusiles Garand M-1 con portafusiles y tres cargadores cada uno, tres cajas con 20 fusiles de asalto Browning calibre 30 con tres cargadores llenos, cinco cajas con 10 ametralladoras con apoyo, 35 cajas con 99.950 proyectiles calibre 30 y una caja con 100 granadas de fragmentación”. Además, en la orden de salida constaba la forma de envío y el medio de transporte.

Esta ayuda militar continúo con más envíos, ya que la revolución castrista y su lucha contra la dictadura despertaban muchas simpatías en el pueblo venezolano. Esta compenetración era lógica, puesto que ese pueblo no hacía mucho tiempo había salido de otra dictadura similar.

Pero una vez que triunfó el proyecto revolucionario del Movimiento 26M-7 y comenzaron los fusilamientos, sin tener en cuenta las leyes vigentes y la Constitución del 40, el gobierno venezolano se dio cuenta de que el nuevo planteamiento impulsado por el nuevo régimen imperante en Cuba no correspondía con la democracia y el respeto a las leyes, y cortó todos los envíos y la ayuda al nuevo gobierno cubano.

Una de las pausas de Robert es aprovechada por Jin para formularle unas preguntas:

¿De dónde provenía la financiación para la compra de las armas? ¿Quién aportó los fondos para la compra de aviones?

El tertuliano le responde:

Efectivamente, son necesarios muchos dólares para adquirir esas armas. Las donaciones más bien fueron pocas en comparación a lo que se necesitaba para desarrollar toda una guerra. Son varias las versiones que circularon en esos momentos y aún siguen apareciendo otras, aunque la mayoría son infundadas y en otras ocasiones presuntas, pues se ha llegado a rumorear que estaban recibiendo fondos de la Unión Soviética a través de personas afines a la causa rebelde; otras interpretaciones indicaban que procedían de Estados Unidos, de personajes cercanos al Departamento de Estado, con fuertes intereses en la Isla. La última de ellas apunta al tráfico de marihuana, la cual ya se cultivaba en la sierra antes de la llegada de los milicianos, y según la misma, el jefe de los traficantes prestó su apoyo y puso sus hombres a disposición de los rebeldes para que entregasen mensajes y acarrearan, con sus arreos de mulas, las armas que adquirían con el comercio de la marihuana; posteriormente, los alijos serían trasladados a puntos de México y de los Estados Unidos, y con parte del dinero de la venta se pagaba a los traficantes de armas.

Con esta última explicación Robert pone fin a su charla, pero antes de concluir manifiesta:

Le voy a solicitar a Jin que se entreviste con algunos familiares y amigos que aún me quedan en Cuba.

Por su parte nuestro personaje le manifiesta que no hay problema y ambos quedan en verse, en una próxima singladura del buque, cuando este arribe a los puertos de La Guaira o de San Juan de Puerto Rico.

Por su parte, Miguel le da las gracias por haberles ilustrado con sus aclaraciones sobre el suministro de armas a la guerrilla.

Los dos amigos se despiden de este representante de los exiliados y toman la Vía Layetana hacia el Paseo de Colón, durante ese corto paseo, nuestro marino le pregunta a su amigo si alguien le podría informar de cómo se produjo la influencia comunista entre los rebeldes de los diferentes frentes y si tomaron parte los republicanos comunistas españoles.

El miliciano le manifiesta:

Don Jesús, el abogado que te presentó don Alberto, está muy enterado de todos esos temas y quizás pueda explicarte esa parte de la historia.

Deciden llamar al profesor para consultarle este tema, la repuesta fue positiva e inmediata, don Alberto se encargaría de citar al abogado para el día siguiente en su casa a partir de las seis de la tarde, allí podrían hablar del tema y de otras cuestiones de su querida Isla. 

Acabas de leer el Capítulo 9 de Pudo ser un Undercover. No te olvides de compartir su lectura si te gustó. A prepararse para el capítulo 10!!!

Cómo seguirá la historia?

Te dejamos aquí un enlace del Preámbulo del libro!

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