Capítulo 8 de Pudo ser un Undercover: Novela por Entregas
Luego de leer de los siete primeros capítulos y en los cuales muchos de nuestros lectores quedaron atrapados, es momento de compartir el Capítulo 8 de Pudo ser un Undercover del escritor V. M. Bongutz. A seguir en esta historia intrigante!
Miguel relata la travesía y los diferentes frentes milicianos
Tal y como habían quedado, se reúnen los dos amigos para almorzar y en esta ocasión, Jin lo lleva a un restaurante de la Barceloneta, de unos conocidos suyos, donde trabaja un camarero que hacía poco había llegado de Cuba en el trasatlántico donde él prestaba sus servicios una vez acomodados y pedidas las bebidas, Miguel comienza a relatar esa otra parte de su historia:
Te voy a contar desde la salida de México hasta la llegada a Cuba y los diferentes frentes donde estuve, aunque siempre pertenecí al primero, pero en varias ocasiones realicé algunas misiones en los otros cuando las circunstancias así lo demandaban.
Las últimas jornadas en México transcurrieron en los primeros días del mes de noviembre de 1956. En esos días nos fuimos agrupando en diferentes poblaciones cercanas al embarcadero de Santiago de la Peña, situado en el río Tuxpan, donde se encontraba amarrado el yate Granma, todo se realizaba en el mayor secreto posible, sin llamar la atención, pues sospechábamos que nos estaban siguiendo la pista agentes de Batista. Después de cargar las armas y los pertrechos de guerra, el día 25 de ese mismo mes, a las primeras luces del alba, comenzamos la travesía, aguas abajo; al principio se navegó a poca máquina y con las luces apagadas, con la finalidad de que el ruido del motor no descubriera la presencia de la embarcación. Continuamos en silencio hasta rebasar el faro y la estación de la Marina de Guerra Mexicana, situada en la desembocadura del río. Una vez alcanzamos la alta mar y perdimos el abrigo de la costa, comenzó la verdadera singladura. La mar estaba revuelta y los vientos soplaban con fuerza el mareo hizo mella en los que no estaban acostumbrados a estas lides, algunos se encontraban tan mal que no eran capaces de sostenerse en pie. Pero la navegación continuaba, con las dificultades propias que se producen en un barco pequeño que es manejado al antojo de las olas embravecidas.
Cuando todavía no había despuntado el sol por el horizonte, el piloto nos anunció que ya nos encontrábamos en aguas del Mar Caribe, esa noticia nos levanto el ánimo a todos, y muchos de los que estaban desfallecidos por el mareo experimentaron una cura milagrosa. Mientras la embarcación proseguía el rumbo a su destino, el día 30 de ese mes captamos por radio la noticia de que se había producido una revuelta en Santiago de Cuba, lo que trastocaba los planes que se habían concebido en hacer coincidir ese levantamiento con el desembarco de nuestra expedición por alguna playa de la zona sur oriental de la Isla, lo que hubiera dividido a las fuerzas militares. Pero el yate continuaba su marcha y ya no había vuelta atrás. En la madrugada del dos de diciembre, pudimos apreciar la luz del faro de Cabo Cruz. El navegante puso proa al canal de Niquero para ganar la costa, pero a escasos dos kilómetros de “Playa Las Coloradas” encallamos. El sol ya estaba rebasando el horizonte cuando realizamos el desembarco, avanzamos con dificultad, pues la ciénaga no es propicia para marchas largas. Continuamos caminando y a cierta distancia pudimos apreciar un suelo más sólido, lo que nos impulsó a realizar un último esfuerzo para alcanzar la tierra firme. Proseguimos nuestra marcha, y la trayectoria nos condujo hacia un bohío, donde un campesino nos informó de que ya estábamos en terreno estable. Tras una pausa, reanudamos nuestro camino, hasta que nos vimos sorprendidos por fuerzas militares, a quienes les hicimos frente. Se entabló una batalla donde algunos de nuestros compañeros fueron muertos y los demás nos diseminamos en varias direcciones para, posteriormente, reagruparnos y dirigirnos hacia Sierra Maestra, donde constituiríamos el “Primer Frente”.
Una vez que nos agrupamos comenzaron las aclaraciones y las preguntas, pues muchos de los compañeros no entendían porqué, después del desembarco, las fuerzas de Batista nos estaban esperando y caímos, prácticamente, en una emboscada, que nos diezmó y mermó nuestros recursos militares. Previamente, durante la travesía se habían establecido planes por si esta situación se presentaba, la consigna era dirigirnos hacia las montañas, por ese motivo, todos los que conseguimos escapar nos encaminamos a Sierra Maestra, lugar que la mayoría de nosotros conocíamos muy bien, al ser Orientales. Mientras permanecimos allí, en lo más intrincado del monte, comenzamos a poner en práctica las enseñanzas recibidas del coronel Bayo, nos movíamos mucho, siempre procurábamos transitar por senderos y barrancos que tuvieran abundante vegetación para protegernos de la aviación del régimen. Por el momento íbamos asestando pequeños golpes a las patrullas, despojándolos de sus armas y pertrechos de guerra. Por otra parte, en las ciudades y pueblos de la provincia de Oriente comenzaron a realizarse altercados y sabotajes que contribuían a aliviar la presión sobre nosotros.
Pasados unos meses Raúl hizo varios desplazamientos de un par de días cada uno, pero al resto de los integrantes de la columna no nos contaba nada sobre esas ausencias. Ante los comentarios de algunos compañeros, Fidel aclaraba que eran reconocimientos del terreno, lo que más nos extrañaba a la mayoría es que los realizara sin llevar escolta o apoyo de alguno de nosotros. Pasado un tiempo sospechamos de que se trataba de reuniones secretas que recibía a través de cables cifrados con instrucciones de asesores externos, las cuales le llegaban por diferentes medios, entre ellos, los espías y colaboradores que tenía situados en Santiago de Cuba y otros puntos de la costa oriental de la isla. En una oportunidad escuché a los dos hermanos hablando, y en la conversación nombraban a un exmilitar republicano español que ya se lo había oído mencionar al coronel Bayo, pues en más de un ocasión hizo alguna referencia a ese mismo apelativo, elogiándolo como un gran estratega castrense.
Continuamos en la zona de Sierra Maestra hasta marzo de 1958, durante todo ese tiempo fuimos haciéndonos cada vez más fuertes, al mismo tiempo se iban incorporando más efectivos que se sumaban a la lucha. Con mucha prudencia nos fuimos ganando adeptos en las pequeñas poblaciones y caseríos cercanos a la sierra, lo que nos facilitó conseguir alimentos, ropa y calzado, que discretamente adquirían cazadores de la zona que, al mismo tiempo, nos servían de enlaces. En ese mes de marzo y después del regreso de una de las habituales salidas de Raúl, se decidió establecer otros frentes por la provincia de Oriente. Pensando bien, y después de haber pasado algún tiempo, no cabe duda de que estos planteamientos eran concebidos por estrategas militares, pues nosotros, incluyendo a los Castro, no teníamos preparación militar para imaginar esas estrategias de extender la guerra por un territorio mayor con el fin de que las fuerzas de Batista se dispersaran y nuestro grupo, en Sierra Maestra, tuviera más libertad de actuación. La misión de expandir la guerra la asumieron el menor de los Castro y Almeida, que partieron con algunos hombres hacia las montañas del norte de la provincia de Oriente.
Continúa Miguel narrando el desplazamiento de la columna comandada por Raúl:
La columna comandada por Raúl, siguiendo las enseñanzas recibidas en su entrenamiento guerrillero, viajaba de noche y permanecía oculta de día, siempre iba por caminos secundarios, mayormente usados por los campesinos, pues, algunos de los que se habían incorporado a esa fuerza, eran naturales de la región, y actuaban como guías. En su avance se desarrollaron varias escaramuzas, pero nada los detenía, pues estaban poniendo en práctica las estrategias que habían aprendido. Después de algunas semanas llegaron a la Sierra Cristal, donde establecieron un nuevo campamento, creando así el “Segundo Frente”.
Continúa Miguel explicando lo concernientes a otros frentes, y hace un resumen de la creación del tercer frente:
Siguiendo con los planteamientos de Fidel, de dispersar lo más posible las tropas de Batista, se le encomendó al comandante Almeida que se desplazara hacia el sureste de la provincia con el fin de ir ocupando terreno en las cercanías de Santiago de Cuba. Su misión consistía en hostigar a las fuerzas regulares, darse a conocer en las poblaciones que les venían de paso, ir incorporando rebeldes a su causa e impedir la salida y movimiento de las tropas regulares. Al mismo tiempo, debían emprender acciones guerrilleras que fueran debilitando al enemigo y les permitiera capturar armas y pertrechos militares.
Para esta misión emprendieron la marcha desde Sierra Maestra, siguiendo la misma táctica que habíamos aprendido del coronel Bayo, viajar de noche y refugiarse de día, cuando la ocasión les fuera propicia, realizarían ataques relámpago sobre algún destacamento o patrullas que se encontraran por el camino. Después de varias jornadas de transitar por veredas, vaguadas y montes, llegaron a Puerto Arturo, donde nació oficialmente el “Tercer Frente Oriental”, al cual denominaron “Dr. Mario Muñoz Monroy”. Este nuevo frente mantuvo una amplia zona de actuación, que iba desde Bayamo hasta las cercanías de Santiago de Cuba, incluyendo dentro de su control un inmenso territorio del oriente del país, donde se encontraban ciudades, pueblos y aldeas que desde los primeros momentos se identificaron con la causa rebelde, con sus planteamientos y con la firme convicción de derrocar a la tiranía.
Una de las primeras acciones encomendadas a este tercer frente fue el ataque a la refinería Texaco instalada en las cercanías de Santiago. Esta misión fue estratégicamente concebida, pues pretendía distraer a las fuerzas de Batista, obligarlas a desplazarse hacia ese lugar con la finalidad de permitir el avance de una nueva columna que se iba a trasladar desde Sierra Maestra hacia la de Cristal y unirse con la de Raúl, para consolidar esa parte del territorio. Mientras el tercer frente continuaba sirviendo de distracción, la ocasión se presentó propicia y consiguió adueñarse del pueblo “El Cobre”. Después de esta victoria continuaron los ataques, que se hicieron más numerosos; así mismo, se iban sumando más combatientes, inclusive los soldados regulares, que se rendían y se incorporaban a las filas de los rebeldes. En esos momentos comenzó una cierta desmoralización entre las filas del ejército, lo que provocaba que los combatientes clandestinos de las ciudades y los pueblos ya no se escondieran e intensificaran sus atentados y sabotajes.
Miguel hace un pequeño alto en su narración, pero inmediatamente continúa con la crónica de la campaña:
Por el mes de mayo de 1958, el Estado Mayor del Ejército de Cuba emite una orden con la finalidad de realizar una gran ofensiva sobre las fuerzas rebeldes ubicadas en Sierra Maestra. Desde ese estamento comprenden que si se quiere acabar con la guerra de guerrilla que habían planteado los rebeldes, tenían que desalojarlos del bastión principal de Sierra Maestra, para lo cual plantean toda una estrategia para presentar batalla y conseguir los fines propuestos. Esa batalla final se prepara para el verano del 58, se acumulan fuerzas de infantería apoyadas por artillería pesada y tanques; pero toda esa táctica militar no sirvió de mucho, ya que los estrategas militares no contaron con lo abrupto del terreno y lo intrincado de la sierra, pues todo se había proyectado teniendo en cuenta los manuales de la guerra convencional, sin tener en cuenta los accidentes geográficos y que los rebeldes nos habíamos preparado para la guerra de guerrilla. A todos estos datos de diseño castrense, el Estado Mayor no tenía información de que la mayoría de los milicianos estaban fuera de la sierra, diseminados en los frentes dos y tres. Ante ese ataque de tremenda magnitud, Fidel ordenó al “Tercer Frente” que regresara en auxilio del “Primer Frente” y atacara por el flanco sureste de Sierra Maestra, de esa manera se rompió el cerco al que nos encontrábamos sometidos. La táctica dio buenos resultados, pues las tropas regulares sufrieron muchas bajas, al final, optaron por retirarse a las ciudades y ponerse al amparo de sus cuarteles. Esta actitud del ejército nos permitió que nuestras columnas fueran ganando terreno. Posteriormente, se ordenó el despliegue de diversas columnas para que se agruparan y abrieran otros frentes. Con la creación de esos nuevos frentes, se ordenó una nueva iniciativa que propiciara las últimas batallas hasta la consolidación total de esa parte del territorio.
Una vez concluidas las acciones en Sierra Maestra, Almeida con sus milicianos volvió a las antiguas posiciones que le habían sido asignadas para continuar el combate en las cercanías de Santiago de Cuba, estableciendo su cuartel general en “La Lata”, y desde allí se planeó la ofensiva final para adueñarse de la capital de la provincia de Oriente. En su avance fueron tomando y desplazando a las tropas regulares, y al mismo tiempo, despejaron y aseguraron la “Carretera Central” que conduce hacia Santiago. También, se iban incorporando milicianos del Primero y Segundo frente para preparar el asalto definitivo a dicha población. Pero, sorpresivamente, tras una serie de revueltas y sabotajes en el interior de la ciudad propiciados por los integrantes del “Movimiento Revolucionario Frank País”, se toma la ciudad sin disparar un solo tiro. Después de asegurar la población, lo que ocurre al final de diciembre de ese año, entró el grueso de las tropas milicianas a Santiago, integrado por los tres frentes.
Una vez concluida la toma de Santiago, se realizaron nuevos planteamientos, y como los resultados de abrir los frentes segundo y tercero dieron tan buenos rendimientos, los dirigentes rebeldes propusieron abrir un cuarto frente, al que denominaron “Simón Bolívar”, con la finalidad de llevar la contienda a los Llanos de Holguín, así mismo, para continuar con la lucha en la zona de las Tunas, hasta llegar al término de la provincia de Camagüey. Este nuevo frente se consolidó con la incorporación de las columnas números 12, 14 y 32. Acto seguido se ordenó el despliegue de otra columna, la nº 11, para conformar el denominado “Frente de Camagüey”. Este contingente sufrió una emboscada y fue diezmado en consideración, por lo que se envió como refuerzo la columna número 13, consiguiendo con ello consolidar las posiciones.
Mientras esto sucedía en Camagüey, se reorganizaba la columna nº 8, que al mando del Che Guevara, comenzó su avance hacia Santa Clara. De igual manera, se procedió a agrupar la columna número 2, la cual se nutría de nuevos combatientes y de soldados regulares que se habían pasado a la causa rebelde. Asumió la jefatura de la misma el comandante Camilo Cienfuegos, quien recibió la orden de avanzar hacia Pinar del Río y sumarse de esa manera a los revolucionarios que ya estaban operando por esa zona. Pero, momentáneamente, recibieron órdenes de consolidar el dominio del centro del país, con la finalidad de dividir la Isla en dos y evitar que, desde el occidente, se trasladaran tropas regulares, armamento pesado y suministros hacia la parte oriental, consiguiendo con ello el aislamiento de esa parte del ejército de Batista.
Continúa Miguel narrando los avances, las luchas y las batallas, que ya se encuentran en campo abierto, pues los diferentes frentes rebeldes disponen de armas de mayor calibre y no les faltan los suministros bélicos.
Ahora te voy a comentar lo ocurrido en el frente occidental del país, donde se produjo un caso especial, que merece un tratamiento aparte:
El “Frente de Pinar del Río” fue un frente atípico, al comienzo lo integraron combatientes que realizaban sabotajes o lucha callejera, no contaban con instrucción militar y menos aún con tácticas guerrilleras, solo tenían la voluntad firme de derrotar a la tiranía. Con este empeño se funda un 26 de julio del 58, coincidiendo con el aniversario del asalto al Cuartel de Moncada, el lugar elegido fue San Andrés de Caiguanabo del municipio de La Palma. Los primeros en integrarse fueron 20 hombres, de las más diversas profesiones, pero la mayor parte eran campesinos que, contaban con el respeto y el respaldo de sus paisanos. La noticia de esta fundación nos llegó hasta Sierra Maestra, y desde allí, se consideró conveniente enviar al comandante Escalona para que comandara el grupo y los organizara militarmente.
Al principio la cuestión no fue muy bien, a pesar que desde su fundación se fueron agregando más combatientes, la falta de experiencia en este tipo de luchas, la imposibilidad de ser apoyados por los otros frentes y el hecho de tener tan cercanos los cuarteles de las fuerzas regulares, hizo que fueran diezmados. El desconcierto se apoderó de ellos, quedando solo trece componentes que se refugiaron al amparo de las montañas de su provincia. Posteriormente se irían componiendo nuevas columnas, donde se integraban los rebeldes que se habían encontrado aislados, de esa manera iban aumentando en número y adquiriendo experiencia en el combate. Mientras estos hechos ocurrían en las cumbres, en las ciudades se repetían los sabotajes. Por otra parte, en algunos pueblos de esa provincia se organizaron algunos ciudadanos en células clandestinas para canalizar la información, transmitir mensajes e inclusive facilitar medicinas y auxilios médicos a los combatientes de esa zona.
Otro reconocimiento que se le atribuye a este frente occidental fue aumentar la preocupación de los militares, y con ello conseguir dispersar las fuerzas regulares de Batista hacia esa zona del territorio y contribuir, de esa manera, a rebajar la presión sobre las columnas del Che y de Camilo, quienes continuaban avanzado hacia el centro del país. Las órdenes que se impartieron desde el mando central consistían en seguir con las escaramuzas en la zona de Pinar del Río e incrementar las acciones en los pueblos y ciudades de esa parte del país. Por su parte, Cienfuegos tenía órdenes de ir penetrando hacia la parte occidente, en ayuda de los que allí luchaban, con el fin de consolidar esa parte de la Isla. Mientras tanto llegó el comandante Escalona, quien asumió el mando y comenzó a reorganizar el frente occidental. Al principio les impartió instrucción militar y adiestramiento guerrillero y poco a poco se fueron haciendo fuertes en el territorio, posteriormente, Escalona estableció su comandancia en el lugar denominado “Loma de Seboruco”. Después de una serie de escaramuzas y ataques guerrilleros, que les sirvieron de entrenamiento, se decidieron a realizar un ataque en toda regla al cuartel de San Andrés, donde requisaron armas y pertrechos de guerra que aumentan considerablemente su arsenal.
Cuando estaban concluyendo ya el almuerzo, Miguel le puso fin al relato.
Lo que aprovechó Jin para preguntarle. ¿Quién suministraba las armas y los pertrechos militares a los diferentes “Frentes”?
La repuesta de su amigo fue precisa y contundente:
No lo sé, ni en los momentos de la batalla pensábamos en eso, solo nos importaba recibirlas pues, con las que capturábamos a los militares no eran suficientes para continuar la lucha contra la dictadura, que era el objetivo de todos los que nos encontrábamos en ese empeño. Solo contaba el fin propuesto, que no era otro, que el derrotar, definitivamente, a la tiranía. Pero para saciar tu curiosidad, voy a hablar con otro compatriota que desarrollaba una labor clandestina en esa época relacionándose con los traficantes, y que casualmente está en Barcelona para explicar a los exiliados los planes de reorganización del gobierno en el exilio. Además, este personaje fue quien introdujo al “Yanqui” en el frente de lucha que mandaba el comandante Gutiérrez Menoyo.
Acabas de leer el Capítulo 8 de Pudo ser un Undercover. No te olvides de compartir su lectura si te gustó. A prepararse para el capítulo 9!!!
Cómo seguirá la historia?