Capítulo 4 de Pudo ser un Undercover: Novela por Entregas
Luego de leer de los tres primeros capítulos tenemos la enorme alegría de compartir el Capítulo 4 de Pudo ser un Undercover del escritor V. M. Bongutz. Que lo disfruten!
Espionaje de Batista en México
Dos días después, Jin recibe un comunicado de don Alberto donde le trasmitía una invitación de don Julián para que, por la tarde, acudieran a su casa para tomar café y charlar sobre Cuba. Así mismo, le expresaba que había puesto en antecedentes al doctor sobre el interés que él mantenía sobre los acontecimientos que protagonizó la revolución de Fidel. Además, sabía que era marino de profesión y que su abuelo materno había vivido en Cuba por un tiempo. Llegada la hora, don Alberto y nuestro protagonista se dirigieron al encuentro con don Julián, quien tenía su domicilio en la parte alta de Barcelona desde que había regresado de la mayor de las Antillas. Después de los habituales saludos y tras preguntar por las respectivas familias, se acomodaron en la sala para degustar un sabroso café, estilo cubano, que preparó doña Juana, la esposa del anfitrión.
Don Julián comienza a referir sus años pasados en la República Cubana: Al estar ejerciendo la medicina me vinculé con las mejores familias de La Habana, ya que mi esposa pertenecía a ese grupo social, especialmente el relacionado con los militares; por ello, la mayoría de mis pacientes provenían de ese sector de la sociedad cubana.
Hace un alto en su conversación para degustar el café, y prosigue diciéndole a Jin: Don Alberto me ha comentado que tienes mucho interés en conocer los entresijos de la política de Cuba en la época de Batista. También el comportamiento de los servicios policiales y todo lo relacionado con la inteligencia militar, además de las acciones emprendidas contra los revolucionarios y su organización, ya que por entonces se estaba gestando el grupo guerrillero en México.
Tras la repuesta afirmativa de Jin, comienza don Julián explicando los sucesos ocurridos después del asalto al Cuartel de Moncada: Para todos fue una sorpresa, ni los servicios secretos cubanos ni la CIA sabían lo que había sucedido, por el secretismo con que se había llevado todo el asunto. El gobierno de los Estados Unidos mantenía su preocupación, dado la gran cantidad de intereses que sus ciudadanos mantenían en la Isla, y también el gobierno de Batista, porque no esperaba un hecho como ese, y menos admitir que su servicio de inteligencia no tuviera idea de lo que se estaba fraguando. Si retrocedemos en el tiempo, podemos encontrarnos con pequeñas conspiraciones contra el régimen, normalmente se conocía de donde provenían y quienes eran sus protagonistas, lo que le daba la oportunidad a las fuerzas de seguridad del estado de reprimirlas antes de que tomaran mayor cuerpo. Estas tentativas siempre contaban, entre sus instigadores o inspiradores, con militares o políticos cercanos al poder. También podíamos encontrar-nos que fueran promovidas por grupos de presión de círculos empresariales extranjeros con fuertes intereses en Cuba.
Continúa nuestro doctor con su explicación:
Lo que causó mayor impresión dentro de la cúpula militar fue el secretismo que imperaba en ese movimiento revolucionario, que imprimió una serie de condiciones y caracteres que es muy difícil de mantener en un grupo de esa naturaleza, además, como les hacía mención anteriormente, no se encontraban políticos ni militares conocidos. La policía, al enterarse de los hechos de Moncada y de quienes los protagonizaron, realizó un informe donde manifestaba que eran jóvenes universitarios o profesionales, y algunos de ellos estaban vinculados al partido comunista, así mismo, unos pocos estaban fichados por el BRAC; por esta razón, esta acción totalmente desconocida, constituyó una sorpresa para el gobierno cubano, y otro tanto le sucedió a los servicios secretos norteamericanos. Fue tal el asombro y la situación que se creó con este hecho que ambos estamentos gubernamentales tardaron un tiempo en reaccionar. Lo primero que salió a la luz pública fue un cable enviado desde la representación diplomática de los Estados Unidos en La Habana, al Departamento de Estado de esa nación, esto sucedería meses después, al iniciarse los juicios contra los revolucionarios que protagonizaron el asalto.
Ante estos acontecimientos, entre bambalinas, comenzaron a movilizarse los servicios secretos, no solo de Cuba, sino también de la CIA, la cual intensificó los contactos con el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), ya que necesitaban saber lo más posible sobre esa organización revolucionaria, sus ideas políticas y las de su líder. Interrogaban a Fidel Castro en la cárcel y trataban de indagar todo lo referente a su movimiento. Por otra parte, un coronel adscripto al SIM, despejó las dudas que mantenían algunos de los estamentos de la cúpula militar, que atribuía alguna vinculación de los revolucionarios con el dictador de República Dominicana; puesto que Batista se encontraba enfrentado, en esos tiempos, a Leónidas Trujillo, pero ese vínculo no era posible, ya que Castro mantenía la misma postura sobre los procedimientos de ambos gobiernos dictatoriales. Con esos planteamientos se desechó la idea de esta inspiración para el conflicto de Moncada. Al producirse estos acontecimientos en Oriente, el General Jefe del Estado Mayor Conjunto de Cuba le propuso a Batista la necesidad de modernizar el ejército creando una serie de nuevas unidades en las tres ramas de las Fuerzas Armadas, implantando nuevas técnicas y dotarlo de armamento más moderno.
En esos momentos se hace un pequeño alto para degustar el café, pero al instante continúa don Julián diciéndole a Jin:
El profesor ya te explicó lo referente al BRAC, aunque se creó en el 53, oficialmente obtuvo su refrendo en el 55. Este Buró siempre contó con el apoyo y ayuda de la CIA, y tal fue el mismo, que el propio director general de este organismo viajó en varias ocasiones a La Habana. Este apoyo se hizo más palpable cuando los revolucionarios recibieron la amnistía. Castro emprendió viaje a los Estados Unidos, donde realizaron un exhaustivo seguimiento y control de sus acciones y movimientos por parte del FBI. Así mismo, la Agencia mantenía entre sus filas a agentes cubanos, uno de ellos, que se movía por la zona del Caribe, informó que un grupo de cubanos se estaban entrenando en República Dominicana, bajo la supervisión y las ordenes de un militar que había combatido en la Segunda Guerra Mundial. Este hecho no pudo ser relacionado con el movimiento de Fidel y rápidamente fue despejada la situación, al infiltrar agentes en su seno y descubrir a todos sus integrantes. Después de un tiempo, Castro se traslada desde Miami a México, donde fue reagrupando a los miembros del 26M-7, de esa manera se fue conformando y acrecentando el grupo, que fue adquiriendo cierta importancia, lo que llamó la atención de la seguridad del estado y de los servicios de inteligencia cubanos.
Prosigue el doctor con su relato añadiendo:
A partir de ese momento son enviados a México varios agentes y oficiales del SIM, con la finalidad de observar de cerca, las actividades de este grupo guerrillero que se estaba formando y entrenando en la capital Azteca y en sus alrededores. Con esa vigilancia se recopiló toda la información necesaria, consiguiendo tener un amplio conocimiento, no solo de sus movimientos sino, además, de los domicilios y los lugares que frecuentaban. Esas pesquisas, tan estrictas y exhaustivas, culminaron con la aportación de fotografías, que sirvieron para identificar a los acompañantes de Castro y conocer, en todo momento, las áreas que visitaban e inclusive el automóvil que conducían. En un informe, los militares del SIM escribirían: «Estos jóvenes son distintos a los otros grupos de exiliados. Parecen gente seria, con una gran disciplina y bien organizados.» Así mismo, se pudo saber, por los informes emitidos por los profesionales de la inteligencia cubana, quienes venían observando a un individuo de mala reputación que era prófugo de la justicia de Cuba, que este iba siguiendo los pasos de Fidel, pero como no tenían conocimiento de este hecho, investigaron el asunto. De los resultados de las pesquisas se desprendió que estaba actuando, directamente, como sicario de Batista para eliminar a Fidel Castro. Más tarde se conoció, que este individuo recibía apoyo de cierto policía mexicano de alto rango, pero estos hechos, al venir de altas instancias gubernamentales, quedaron en nada, y los informes emitidos por los agentes terminaron en los cajones.
Don Julián prosigue comentándoles todos estos sucesos:
Estos hechos me los referenció uno de los agentes que estuvo en esa tarea en México, sus familiares eran pacientes míos. Además de los comentarios de este profesional y de algunos de sus compañeros, se puede afirmar que, en todo momento, estos militares se comportaron escrupulosamente, cumpliendo con el trabajo que se les había encomendado, el cual consistía en realizar una vigilancia exhaustiva y pasar los informes correspondientes a sus superiores, sin tener que emprender ninguna acción. Fue de tal magnitud, que sometieron a Castro y a sus revolucionarios a un seguimiento constante, con ello recopilaron toda clase de datos, los cuales fueron elogiados por los jefes de las diversas unidades, que en su dossier destacaban lo siguiente: «Trataban de conocer en qué se movían. Qué hacían. Lugares que visitaban. Quiénes eran sus amistades. Donde vivían. Igualmente, conocían todos los pormenores de la vida de los principales dirigentes y sobre todo la de Castro, hasta el más mínimo detalle. Procuraban además ubicar los campamentos donde se entrenaban. Por otra parte, recibían información procedente de los aeropuertos y puertos, de los desplazamientos que realizaban los cubanos, así como en qué avión o barco arribaban. En definitiva, los mantenían muy bien vigilados”.
Don Julián, después de apurar su segunda taza de café, continúa relatando una serie de sucesos, ocurridos durante la estancia de Castro en su clandestinidad mexicana:
Como les decía anteriormente, los movimientos de Fidel y de sus rebeldes estaban controlados por agentes cubanos, los cuales pasaban sus informes puntualmente, pero en una ocasión se produjo un hecho, que se dio a conocer con posterioridad, y se los voy a contar, tal y como a mí me lo relató un agente de inteligencia que se encargaba de analizar los informes que llegaban de los movimientos de Fidel en México, y que actualmente vive aquí en Barcelona.
Era una norma general que el grupo de cubanos revolucionarios mantuviera muchas precauciones sobre sus actividades, para conseguirlo no usaban una casa muchas veces y cambiaban constantemente de domicilio. Pues, Castro y su grupo, siempre albergaban el temor de que el gobierno de Batista empleara esbirros para asesinarlo o secuestrarlo. De hecho, algunos policías secretos aztecas, quienes mantenían cierta vinculación con los agentes del SIM, también abrigaban esas sospechas, que pudiera suceder algo de esto en su jurisdicción.
Las sospechas se confirmaron, pues en la madrugada de un cierto día, Fidel Castro y algunos más de sus compañeros se disponían a salir en carro, como en ellos era natural, para recorrer las diferentes casas de seguridad de que disponían en la Capital Azteca. Aunque siempre cambiaban de itinerario, en esta ocasión lo realizaron caminando, pues habían observado cierto movimiento de automóviles no muy habitual a esas horas de la madrugada, por ello Fidel y otros rebeldes decidieron dar un paseo, que no les vendría mal, pues sospechaban que los estaban esperando. Esa noche dispusieron que un automóvil amigo los recogiera una vez pasadas tres cuadras, en una avenida más concurrida. Se organizaron de tal manera que dos caminarían delante y los otros les seguirían a una distancia prudencial, y así, podrían observar cualquier movimiento sospechoso. Pero antes de llegar a la avenida advirtieron maniobras extrañas, por lo que apuraron el paso para alertar al chofer del auto que los estaba esperando de que se marchara sin preocuparse del grupo. En esos momentos, unos efectivos de la Policía Federal que se encontraban en la zona, observaron todos estos movimientos y se dispusieron a detenerlos. Un carro que circulaba en sentido contrario frenó de manera brusca, y del mismo se apearon diversos individuos. Castro pensó, inmediatamente, que se trataba de un secuestro organizado por agentes de Batista, se llevó la mano donde tenía su pistola, pero en ese mismo instante sintió, por detrás de su cabeza, el cañón frío de un arma que le estaba apuntando, lo que le obligó a desistir de cualquier intento de defenderse.
Esta detención se practicó con mucha profesionalidad, sin ruidos y algarabías, posteriormente, los cubanos fueron conducidos, al ser extranjeros, a las dependencias de emigración. En un primer momento la Policía Federal pensó que los cubanos eran contrabandistas o pertenecientes a una organización mafiosa. Los estudiosos de los hechos de esa época sostienen que la detención fue un incidente casual, ya que ese cuerpo policial iba buscando delincuentes. En el momento de los interrogatorios, los cubanos contaron su versión, pero al no convencer a las fuerzas del orden público, tuvieron que explicar sus planes a la policía con lo que perdieron sus tapaderas y algunas de las armas que habían conseguido reunir. Este suceso llevaría a otro, además de perder sus casas clandestinas, también quedó al descubierto el rancho Santa Rosa, que les servía de lugar de entrenamiento, así como el refugio del Che Guevara y de otros revolucionarios. Realizada la toma de declaraciones por parte de la policía, al comprobar que no eran delincuentes comunes, pasaron por los juzgados y, después de una serie de pesquisas y la intervención de influyentes expolíticos mexicanos, los detenidos fueron puestos, de manera gradual, en libertad provisional. Muchos periodistas consideraron la intervención del general Lázaro Cárdenas como pieza fundamental en todo este proceso, al interceder a favor de los revolucionarios.
El doctor continúa con su relato:
Después de las detenciones practicadas por la Policía Federal y la pérdida de parte de las armas. Castro se encontró con que no tenía dinero y no podía seguir usando muchas de las viviendas que le daban amparo. Todavía no contaban con el número mínimo de efectivos, que había calculado para realizar el desembarco en la Isla y, además, necesitaban un barco para poder desplazarse. Por otro lado, Fidel había marcado una fecha fija para comenzar la revolución, que consideraba muy importante para reforzar su credibilidad. Por todo lo ocurrido, su principal prioridad era reunir el dinero necesario para llevar adelante sus planes, pero las aportaciones de los exiliados cubanos en México, o las que les llegaban desde Cuba no eran suficientes, lo que desesperaba a Castro, que, a menudo, lo comentaba con sus hombres.
Esos comentarios llegaron a oídos del expresidente cubano Prío Socarrás, que estaba exiliado en los Estados Unidos, quien creyó conveniente realizar un contacto con Fidel para ofrecerle su ayuda. Este ofrecimiento supuso un dilema para Castro, ya que él había combatido y denunciado públicamente las corruptelas que representó su gobierno, pero esa proposición, al mismo tiempo, suponía continuar con la lucha, por lo que, aceptó la propuesta. Se concretó una reunión en un hotel de Texas, pero se planteaba una nueva cuestión, pues Fidel no disponía de visa para entrar en territorio norteamericano, y si la solicitaba, estaba seguro que se la negarían, pues el Che había realizado una serie de proclamas, durante su detención en México, defendiendo la doctrina marxista-leninista, lo que no era del agrado de las autoridades estadounidenses. Por esa razón Fidel se vio obligado a pasar la frontera clandestinamente, para ello contó con un mejicano que había trabajado en exploración petrolera por esa región y era conocedor de esa parte del territorio. Después de una serie de vicisitudes consiguió pasar la frontera y continuó su viaje hasta el punto de reunión, situado en las afueras de la ciudad de McAllen, donde lo estaba esperando el expresidente Prío. Hablaron de los as-pectos de la revolución y de los planes para derrocar a Batista y, finalmente, Castro consiguió el dinero que necesitaba para continuar con sus proyectos.
El doctor se da un respiro y en ese momento Jin lo aprovecha para preguntarle:
¿Cómo resolvía Castro las posibles filtraciones entre sus filas? ¿Organizó algún sistema de seguridad o espionaje?
A estas preguntas le responde don Julián:
Solo conozco lo relativo a las actividades de los servicios de seguridad cubanos en tiempos de Batista, ya que los familiares de los militares o ellos mismos me lo contaban cuando hablábamos en la consulta.
En ese momento interviene don Alberto y les dice que él conoce a un excombatiente revolucionario que escapó de Cuba a los dos años de la entrada de Fidel en La Habana, su deserción de las filas revolucionarias se debió, principalmente, a que Castro no estaba cumpliendo con lo prometido en el exilio y en Sierra Maestra. Aunque cubano de nacimiento, era hijo de españoles que habían emigrado antes de la Guerra Civil Española, y por lo tanto, sus familiares más directos pudieron reclamarlo como ciudadano español. El profesor le promete entonces a Jin que tratará de localizarlo y proponerle que les cuente su versión de esa etapa de la revolución.
Acabas de leer el Capítulo 4 de Pudo ser un Undercover. No te olvides de compartir su lectura si te gustó. A prepararse para el capítulo 5!!!
Te dejamos aquí un enlace del Preámbulo del libro!