Capítulo 23 de Pudo ser un Undercover: Novela por Entregas

Pudo ser un Undercover: capítulo 1

Pudo ser un Undercover

 

Tras leer 22 capítulos es momento de compartir el Capítulo 23 de Pudo ser un Undercover, del escritor V. M. Bongutz. Cómo impacta en nuestro espía el Manifiesto de Sierra Maestra y las medidas revolucionarias?

 

 

 

23

 

Antecedente al primer planteamiento

 

Después de las charlas con don Jesús y de otras con diferentes personajes conocedores de los entresijos de la política de las nuevas autoridades cubanas, Jin sabía que en un principio se mostraron moderadas para conseguir el reconocimiento de las naciones occidentales, eso ocurriría durante el año 1959. Pero también le constaba que durante ese tiempo, soterradamente se iba instruyendo en la ideología comunista a varios estamentos gubernamentales para desembocar al año siguiente en la implantación de esa doctrina en toda la República.

Por otra parte, las referencias negativas que se iban vertiendo sobre los “Vecinos del Norte”, la expulsión de la Misión Militar Conjunta y la vigilancia constante a la que eran sometidos los agentes secretos occidentales y sus posibles colaboradores cubanos consiguieron que los sistemas de inteligencia pertenecientes a países importantes de Occidente se encontraran a oscuras y no tuvieran conocimiento de lo que se estaba fraguando en Cuba, y menos aún en las altas esferas.

Sin embargo, Jin, al igual que muchos de sus compañeros, disponía de suficiente información sobre los problemas generados con la implantación del nuevo régimen, especialmente los causados a los exiliados y sus empresas. Estos conocimientos los había obtenido en las diversas conversaciones que tenía con sus amigos cubanos, de dentro y de fuera de la Isla. A todo esto se debía añadir las confidencias que les hacían los milicianos y lo que pudieron constatar en las calles de La Habana, así como la actuación y comportamiento de la policía y de los servicios de seguridad del estado.

Pasaba el tiempo y las expropiaciones e intervenciones de las empresas proseguían, lo mismo que la incautación de bienes y alhajas. Muchos de los afectados, especialmente los de las grandes empresas, solicitaban el amparo de sus gobiernos, pero los mandatarios occidentales se veían con las manos atadas al no disponer de información suficientes de todos los hechos y tampoco tenían los medios que les facilitaran una información fehaciente de los que en realidad estaba ocurriendo.

Por esa razón, una agencia gubernamental importante, consideró oportuno y conveniente poseer esa información para aplacar los ánimos de las grandes empresas radicadas hasta esos momentos en la Isla, quienes exigían información y soluciones. Además, demandaban la intervención tanto de las embajadas como de los servicios secretos de sus respectivos países para explicar las intenciones de los nuevos mandatarios cubanos. Así mismo, exigían que se pusieran los medios oportunos con el fin de obtener esa información, sin que se pusieran en riesgo sus propios intereses y de los miembros de sus respectivos gobiernos. La decisión extraoficial que tomaron los servicios de inteligencia consistía en buscar informantes dentro de la propia Cuba o procurarlos por medio de visitantes asiduos que mantuvieran contactos en la Tierra de Martí.

Debemos hacernos una idea de cómo se estaba viviendo en Cuba en esa época para  poder valorar la problemática que se estaba desarrollando con posterioridad a la entrada de Fidel Castro en La Habana y su ulterior nombramiento como Primer Ministro. Para ello, tendríamos que recordar los principales acontecimientos acaecidos y las políticas marcadas por el Gobierno Revolucionario.

En primer lugar se encuentra el Manifiesto de Sierra Maestra, que marca la conducta a seguir al respecto y está lleno de buenas intenciones. En su texto, los revolucionarios se comprometían a continuar con las normas de la Constitución del 40, donde se amparaba el respeto y se garantizaba la propiedad privada. Con referencia a las futuras elecciones se aplicaría el Código Electoral del 43, con objeto de restaurar todos los cargos del estado, las provincias y los municipios en el término de un año después del triunfo de la Revolución.

Todo ello quedó en papel mojado y esas buenas intenciones a las que se habían comprometido y que el pueblo estaba reclamando, se frustrarían una vez alcanzado el triunfo por los nuevos mandatarios. Las promesas se fueron rompiendo a medida que avanzaban los días, semanas y meses, pues ya no era ningún secreto que se estaban interviniendo los bienes individuales al mismo tiempo que se iban implantando de manera encubierta, los principios marxistas-leninistas.

Algunas de esas preocupaciones y los hechos que se habían consumado llegaron hasta las autoridades estadounidenses junto con una serie de reclamaciones y exigencias por parte de los afectados. Por ello el gobierno norteamericano dio las órdenes oportunas para que se evaluaran los hechos que se estaban produciendo. El correspondiente mandato llegó a la CIA, la cual recopiló toda la información de que disponía y realizó una evaluación de los diferentes temas cubanos, de la misma se desprendió que no se poseían los suficientes datos que permitieran conocer las verdaderas intenciones de los revolucionarios. El director de La Agencia impartió las órdenes oportunas para que la sección para América Central y del Caribe se pusiera a trabajar con una serie de prioridades: en primer lugar, se debía elaborar una serie de listas de posibles empresas establecidas o vinculadas con la isla para que en ellas se captaran posibles informantes. Como segunda prioridad, se sondearía a los agentes destacados en la zona caribeña para que comenzaran a recibir informes de sus infiltrados y confidentes.

Como las noticias eran escasas, los informes que llegaban no relevaban nada importante y los colaboradores solicitados no querían asumir esos riesgos, pues, según ellos, les podía costar la vida. Estas dificultades les llevaron a explorar otras opciones, entre ellas surgieron,  como posibles candidatos, los tripulantes de los buques españoles que mantenían una ruta regular entre Cuba y España y cuyos trasatlánticos permanecían en el puerto habanero por tres o cuatro días. A esto se unía que recibían como pasajeros a exiliados cubanos que se dirigían a otros puertos americanos o españoles.

De esta alternativa surgió la necesidad de buscar a las personas apropiadas entre los tripulantes de esos buques. La maquinaria de información se puso en marcha y les fue muy sencillo conseguir las listas de tripulantes y con ellas confeccionar la relación de posibles candidatos que tuvieran el perfil para desempeñar la labor por ellos requerida.

La Agencia en esa época contaba con agentes de campo en casi todos los países del mundo y España no era una excepción. Además, tenían experiencia en ese tema, pues habían reclutado Undercovers que se mantenían operativos en diferentes zonas del planeta con ese mismo fin, estos llevaban una vida discreta, con ello procuraban una información aunque no muy amplia, pero para ellos no menos valiosa, sin comprometer o descubrir a sus agentes de campo.

Nuestro personaje conoció que se encontraba en la lista de los candidatos seleccionados a través de un compañero de bachillerato que recibió el mandato de la Agencia para que lo abordara. Este amigo contactaría con la madre de Jin para preguntarle por su hijo. Podríamos considerar esto como un primer acercamiento. La conversación con la señora se desarrollaría sin mayor trascendencia y sin levantar sospechas de ningún tipo, ya que se trataba de la llamada de un antiguo compañero de clase a la casa de su progenitora.

Jorge llamó por teléfono al domicilio de Jin.

Su madre respondió y le preguntó qué deseaba.

Buenos días señora, soy Jorge un compañero de instituto de su hijo Jin. Dijo con su acostumbrada amabilidad, luego le preguntó -¿Tengo que hablar con él? ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?

La señora, algo confundida, le respondió:

Mi hijo lleva bastante tiempo fuera de casa.

Entonces Jorge, para tranquilizarla, le aclaró algo más de su relación con nuestro protagonista, le manifestó que eran compañeros de clase del tiempo del instituto y quería saludarlo.

La buena señora continuó con la conversación:

Jin se encuentra navegando como oficial en un trasatlántico que hace la ruta desde España a América y está próximo a llegar a Barcelona.

Este compañero le contestó:

Lo sé, pero no pude llegar a tiempo en Tenerife, pues el barco había zarpado.

Después de este preámbulo, Jorge le solicitó:

¿Podría hacerme un favor cuando hable con su hijo, le puede trasmitir un mensaje mío?

La madre de Jin le dijo:

De acuerdo dígame el mensaje y se lo trasmitiré tan pronto como me llame.

El mensaje de Jorge era el siguiente:

Me encuentro de vacaciones en Tenerife después de haber estado trabajando por la costa de África durante dos años, voy a permanecer en las Islas unas cuantas semanas más y mi intención es reunirme con él cuando efectúe su nueva escala en Tenerife.

La señora le prometió que tan pronto hablara con su hijo le trasmitiría su recado.

Volvamos al buque, y a su posición en el mar en el mismo momento en que tenía lugar esta conversación entre la madre de nuestro protagonista y su amigo Jorge. El trasatlántico se encontraba avanzando por el Océano Atlántico, ya se divisaba el Cabo Trafalgar por la amura de babor, este punto marcaba la entrada del Estrecho de Gibraltar por la parte española, mientras que por la amura de estribor se distinguía el Cabo Espartel, situado en el norte de África.

Prosigue la navegación del buque, llegando al punto donde se une el Atlántico con el Mediterráneo. En esta ocasión se disfrutaba de calma absoluta, pero lo normal era encontrar unas condiciones meteorológicas adversas. Casi siempre el viento era rebelde, a menudo alcanzaba, fácilmente, los 50 nudos en la porción más angosta del estrecho. Por otra parte, los continuos cambios de los vientos confieren un estado muy particular a la zona.

Por estas condiciones tan específicas se fraguaron diversas leyendas en el pasado. Una de las más nombradas, era la situación de “Las Columnas de Hércules”, donde ese legendario héroe apoyaba un pie en el lado del Monte Calpe, en Iberia, y con el otro en el Monte Musa, en la parte africana, conseguía la separación de  los dos continentes.

Con sus turbulentas aguas y los continuos y fuertes vientos reinantes, que efectuaban  repentinos cambios, en épocas de la antigüedad se desarrollaron una serie de leyendas y mitos en esa remota parte del Mediterráneo, hasta que los pueblos navegantes de la parte oriental le asignaron la frase Non Terrae Plus Ultra (No existe tierra más allá).

Retornemos al buque, pues apenas habían transcurrido 30 minutos cuando ya en el trasatlántico se encontraba a la vista, por el costado de babor, el Peñón de Gibraltar y, por estribor, el Monte Hacho. El estrecho mantiene muchas connotaciones, además, del encuentro de las dos aguas, la separación de dos continentes, la visión distinta de ver la vida, por un lado la cultura occidental y por el otro la oriental, inclusive se da la paradoja de profesar en ambas orillas dos religiones distintas, la cristiana y la musulmana.

Proseguía el buen tiempo y el buque continuaba avanzando por el Mediterráneo.

Una vez que rebasó el estrecho se cambió el rumbo, fijándolo al noreste, la proa se enfiló hacia el Cabo de Gata. A las pocas horas se adentró en el mar de Alborán, superado este punto, se marcó un nuevo derrotero que señalaba al Cabo de Palos, tras este, se dirigieron al Cabo de Nao y cuando el buque atravesó este promontorio marino, puso rumbo a la Ciudad Condal.

Una vez concluido el atraque y en cuanto sus obligaciones se lo permitieron, Jin saltó a tierra y se dirigió a Las Ramblas, ya que en sus cercanías se encontraba un locutorio de teléfonos. Como era su costumbre, la primera llamada sería para su madre.

A esta comunicación contestó su madre, que como siempre estaba pendiente de esa llamada, pues el tener a uno de sus hijos fuera siempre le angustiaba.

Su madre ansiosa descolgó el teléfono y antes de que Jin pudiera articular palabra le dijo:

Qué alegría hijo de oírte ¿cómo te encuentras? La clásica preocupación de las madres.

Nuestro protagonista respondió que bien, y a continuación le formuló una serie de preguntas:

¿Cómo estás Mamá? ¿Y Papá se encuentra bien? ¿Qué tal las cosas por casa? ¿Y mis hermanos? ¿Cómo les va con sus estudios?

La madre le contó todas las novedades de la casa y además añadió -Te llamó un compañero tuyo de bachillerato, me dijo que se llamaba Jorge y que tú sabías quien era.

Jin, contestó que sí que eran amigos, pero que hacía tiempo que no se veían, habían tenido algún contacto esporádico por carta, pero ya de eso hacía tiempo, sin embargo, en estos últimos meses había recibido noticias suyas, en ellas comentaba que estaba trabajando por la Costa Occidental de África.

La madre respondió que sí y añadió que algo de eso le había dicho, también le refirió que que-ría hablar con él. Así mismo, agregó que estaba de vacaciones en Canarias y como sabía que en breve recalaría de nuevo el buque en Tenerife, tenía la intención de visitarle a bordo. Con esto terminaron la conversación sobre este compañero y continuaron hablando de cosas familiares.

Después de la habitual estancia de tres días en la Ciudad Condal, se inició una nueva travesía en la que visitaron los puertos y ciudades fijadas en la ruta, hasta recalar nuevamente en el puerto tinerfeño.

 

 

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