Capítulo 14 de Pudo ser un Undercover: Novela por Entregas

Pudo ser un Undercover: capítulo 1
Pudo ser un Undercover

El libro cada vez nos ilusiona más. Tras leer trece capítulos es momento de compartir el Capítulo 14 de Pudo ser un Undercover, del escritor V. M. Bongutz. A seguir en esta historia espectacular!

Los días en La Habana. Acontecimientos

Después de haberse recreado los marinos y pasajeros con la magnífica visión de estas fortalezas defensivas, el buque continuó su avance por el canal que conduce hacia el interior de la ensenada, una vez posicionado en su amplia bahía y como a mitad de la misma por estribor se encontraba el muelle de pasajeros. Estaba constituido por un espigón que parte perpendicular desde tierra, en su arranque se ubicaba el edificio de aduanas. Este pabellón de firme construcción alberga en su seno las dependencias aduaneras, almacenes para guardar las maletas, enseres y otras mercaderías de los pasajeros.

Con la llegada al muelle, el atraque y la finalización de la maniobra terminaba este viaje, esto ocurrió a primera hora de la mañana del día 8 de enero de 1959, precisamente el mismo día que Fidel Castro hace su entraba en la capital de la República, lo que relató alguno de los tripulantes.

Fidel abanderaba la comitiva, su recorrido lo llevó por toda la isla, desde Santiago de Cuba hasta La Habana, pasó por Bayamo, Holguín, Matanzas. Y realizó la entrada por todos los pueblos del recorrido, siguiendo esa misma estrategia por todo el camino. A su paso era aclamado como un héroe, y se sumaban a la comitiva multitud de gentes de toda condición que engrosaban la marcha. Al mismo tiempo, estaba arropado por sus milicianos. A su llegada, las calles de la ciudad estaban ocupadas por la ciudadanía, que lo ensalzaba como un auténtico caudillo, muchos gritaban con entusiasmo “Gracias Fidel, nos has salvado de la tiranía “y otros lanzaban vítores, con ese jolgorio y regocijo de las gentes transcurría la entrada triunfal de Fidel Castro en La Habana.

Muchos cubanos se sumaban a esa larga comitiva de camiones, ómnibus y autos particulares, a la cual nombraban “Caravana de la Libertad”, al frente de la misma se encontraba su “Máximo Comandante”. El día escogido para la entrada de Castro a la capital no fue casual, sino se debió, fundamentalmente, a que hubo que aguardar a que los milicianos con sus comandantes más fieles a la causa rebelde avanzaran y penetraran en la capital con el propósito de asegurar la ciudad y detener a algunos descontrolados del ejercito de Batista, aunque era por todos conocido que el dictador había abandonado el palacio presidencial y huido en la noche del 31 de diciembre de 1958, unos días atrás.

Por la noche del mismo día ocho, saltaron a tierra un grupo de tripulantes del buque, entre ellos se encontraba Jin. Querían vivir la celebración que se desarrollaba en la ciudad, pues desde el muelle de pasajeros se escuchaba música, y otros tripulantes que regresaban a bordo comentaban que había buen ambiente en la mayoría de las calles. Con ese ánimo salieron del buque, en su recorrido se encontraron con los primos de uno de los tripulantes, de origen asturiano, que los invitaron a pasar un buen rato en el Centro Asturiano, donde estaban celebrando una fiesta. En centros culturales, clubs, casinos y hoteles de toda la capital se estaban organizando celebraciones similares para festejar el magno acontecimiento. Además, después de haber vivido varios días en suspenso por no saber qué iba a suceder, el jolgorio constituía una válvula de escape para olvidar las jornadas anteriores, que tuvieron a los ciudadanos con una gran intranquilidad hasta la llegada de los milicianos.

Al día siguiente, como no podía ser menos, nuestro grupo de tripulantes invitó a sus anfitriones de la noche anterior, a almorzar en el buque y, en el transcurso de la comida, se relataron los acontecimientos vividos los días previos a la entrada de los milicianos en La Habana. Los invitados comenzaron a narrar los sucesos acaecidos que fueron noticias por toda la ciudad.

Uno de los asturianos tomó la palabra:

El general Cantillo de las Fuerzas Armadas de Cuba, que veía la situación empeorar por momentos, propuso a los revolucionarios buscar una salida a la situación que se estaba viviendo. Su opción era dar un golpe de estado, él garantizaba que el ejército se sumaría al mismo. Fidel Castro se opuso a esta estrategia y lo consideraba una maniobra de Batista para ganar tiempo. Los rebeldes continuaban con su lucha y seguían con el avance por la provincia de Oriente. Dos días después de esa propuesta los acontecimientos se precipitaban, Castro entraba en Santiago de Cuba y proclamaba un nuevo gobierno, así mismo, ordenaba que los ataques y la marcha hacia la capital no cesaran, al contrario, que se incrementaran. En una alocución emitida por Radio Rebelde pedía a la población habanera que saliera a la calle y la exhortaba a secundar una huelga general, también, en ese mismo mensaje, añadía que el triunfo de la revolución estaba cerca y que el tirano caería en pocos días.

Continuaba el invitado con el relato:

Por esos días se respiraba en La Habana un aire de relativa tranquilidad e inclusive se captaba una cierta alegría en la población. Otra cuestión eran las noticias que venían del oriente de la Isla, pues todavía se estaban desarrollando combates y escaramuzas con algunos soldados del régimen de Batista. Además, tanto en Santiago de Cuba como en otras ciudades del interior, se rumoreaba que se estaban produciendo fusilamientos en masa y en algunos casos los cuerpos caían en zanjas, que previamente los propios condenados habían cavado.

Con los principales comandantes revolucionarios asentados en La Habana y Fidel Castro posicionado como Comandante Jefe de las Fuerzas Revolucionarias en Santiago, se percibía cierta calma en la ciudad que no tenía nada que ver a los días vividos antes de fin de año. Ahora se puede  respirar un aire de aparente tranquilidad, si los comparamos con los vividos anteriormente, por lo que los habitantes de la capital nos encontramos contentos, sobre todos los que estaban reprimidos por la dictadura de Batista y los que no podíamos contravenir las órdenes y mandatos impuestos. Pero muchos cubanos nos damos cuenta o presentimos que el recién nombrado presidente Urrutia no tiene ningún poder y lo consideramos más bien una persona decorativa, de hecho lo han apodando “el cucharita”, porque ni pincha ni corta, el que realmente ostenta el mando y dicta las órdenes es Castro. Precisamente hoy día 9 de enero, en horas de la mañana, pronunció un discurso bastante largo, en las imágenes que fueron ofrecidas por televisión aparece con una paloma blanca posada en su hombro. Además, las frases que pronunció y los mensajes que emitió hacen parecer que fuera el príncipe de la paz.

Precisamente, en la mañana del día 10, nuestro personaje fue de visita a una parroquia situada cerca del muelle de pasajeros, donde se encontraba un viejo sacerdote amigo de la familia, ya que debía entregarle un paquete que le enviaban sus familiares desde España. El padre Ignacio, que así se llamaba este cura, invitó a nuestro marino a tomar café y charlar un poco de la “Patria Chica”, ya que compartían paisanaje, pero la conversación a los pocos minutos derivó a los acontecimientos de los días pasados y de cómo él veía el futuro para Cuba. Jin, por su parte, le refirió los comentarios realizados, el día anterior, por el invitado asturiano. El padre Ignacio tenía su particular interpretación de los conflictos de este tipo debido a sus recuerdos de los días pasados en la España del 35 y 36, donde lo cristiano tenía poco valor y las atrocidades que vivió lo obligaron a pedir traslado a América. Tras esta huida recaló en la Isla, donde llevaba ejerciendo, en esa parroquia de La Habana, por más de 20 años. En su improvisada tertulia, Jin le pidió que le diera sus impresiones de los acontecimientos de esos días.

El relato del sacerdote dejaba entrever sus temores sobre el nuevo régimen, pues poseía información de otros curas de la provincia de Oriente, donde le comentaban las prácticas marxistas que los revolucionarios encuadrados en el Segundo Frente estaban realizando en los territorios conquistados, por esa razón albergaba temores que se produjera una deriva comunista de los nuevos mandatarios. Pero el viejo sacerdote, que mantenía viva su evocación, comentó:

Estos discursos me traen recuerdos de épocas pasadas y cuando alguien pone mucho énfasis en una cuestión es que está ocultando algo.

Transcurrían los días más o menos tranquilos para los tripulantes en La Habana, continuaban con su vida rutinaria y los aprovechaban para visitar a familiares y amigos, quienes les contaron sus impresiones durante la conversación que mantenían, en esos momentos y en ese ambiente de confianza se comentaban y se emitían opiniones de los últimos acontecimientos acaecidos en la mayor de las Antillas.

Te dejamos aquí un enlace del Preámbulo del libro!

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